lunes, 26 de marzo de 2012

Visiones

Un río manó debajo de su casa. La sala se le llenó de grillos y ranitas plataneras. Su padre enfureció de ira. Su madre descansaba en paz en un daguerrotipo yuxtapuesto en la pared de la sala. Los muebles se fusionaron con las aguas turbias y tristes del río. Las copas de cristal emprendieron un viaje desde la vitrina por las corrientes riadas. Ella se hizo colibrí y yo paraulata. Nos internamos en el bosque de su hogar. Leímos los clásicos. Ella interpretó algunas piezas en la antigua pianola. Nos dimos tiempo para el té. Los niños hicieron canoas con sus libros de texto y navegan felices entre los cuartos y la cocina. Mañana voy a fundar un puerto en el lavandero. Sus camisones serán mis velas y su vientre la carcasa. Yo será el capitán que habita su barca en medio de la noche y la nostalgia.

A.F.

domingo, 25 de marzo de 2012

Mordiendo el viento

No estoy aquí para cantar la muerte. Vine porque la vida pasó un día del brazo de mi madre y dijo: “Te esperamos mañana al pie de la mañana, cuidado te hagas noche”. Por eso vine. Cierto que ningún zapato calza en mis pies de número sin número pero me calzo los caminos y camino. No sé hace cuántos hombres nací. Ocurrió debajo de las suelas. Pero desde antes de nacer ya caminaba, descalzo y solo y perseguido por un millón de pies en la tiniebla. Por eso mis quejas están formadas de carajos. De mi voz macheteada. De mi memoria que nunca halló una puerta. Pero de nadie tomé nada. Ni cuna ni bastones. Ni una parcela de aire o de vendimia. Ni agua. Y tanto polvo sembrado en mi garganta. Ahora de qué me sirve hincar la mordedura en este viento. Soy una boca más traída al hambre.

A. F.

miércoles, 29 de febrero de 2012

La casa de él

Alguien llama insistente, entra con natural seguridad y se aposenta en lo que llamaríamos su rincón favorito. Desanda desde allí los largos corredores, las habitaciones olorosas a incienso y estoraque, la pequeña cocina, los patios y solares de malabar y luna. No hace preguntas ni las espera, la colocación de cada objeto y su relación con los demás es suficiente pista para él. Si se decidiera detective no haría sino narrar el camino de los caminos con sus huellas espectrales. Es tan simple como hablar con el pensamiento. Y es que le molesta el choque de las palabras en los días; esa ancianidad hueca que apenas recuerda las primeras lluvias armoniosas. Elude cualquier intención y la familia lo recibe como si nunca hubiese salido de allí. Sólo de las cosas pareciera brotar cierta alegría. Alegría que se quema en las ventanas de esa casa de la memoria.

A. F.