miércoles, 27 de julio de 2011

Imaginerías

No pude escapar de las moras que nacían de tu boca

Me alcanzaste en las viejas murallas de piedras carcomidas

Y esos cuerpos se amaron severos e impúdicos

Como ajenos a nosotros

A ritmo despiadado y a besos lentos

Se dieron en espléndida, rápida entrega

Sabían que no hay tiempo ni para morir

Se saciaron uno en el otro sólo para estar vivos

Tú estabas tranquila y áspera, animal y tácita

A veces cauta y delicada en tu blandura

A veces con la carga de tu larga tristeza

A mí me corrían incendios desde las manos a los labios

Después deshilachamos crudas palabras

Dejamos fluir íntimos secretos

Y te fuiste deshojándote en la bruma

Ya no exhalabas aromas de carne reprimida

No tenías nombre

Existías como un eco del silencio

Eras tal vez sólo una pregunta al viento

A.F.

martes, 12 de julio de 2011

Extraviados

Por un instante me elevé con la imaginación y nos vi abajo. Extraviados o movidos por hilos como marionetas. Observé en silencio nuestras contradicciones. Una y mil veces sobre los mismos temas. Observé la prisa y el miedo de nuestros movimientos. Observé cómo nos cambiábamos las máscaras para cada ocasión. Nos vi fugaces. Sin prestar demasiada atención a nada. Todo "fast food". Todo “light”. Rápido olvido. Pase el siguiente…. Diga señor… No tengo tiempo… Vuelva mañana… No puedo ayudarle… No moleste carajito…

Nos vi sin asumir ninguna causa. Sin conciencia. Sin consecuencias. Sin caras. Sin sentimientos. Todos anónimos. Manadas humanas como en la 5ta. Avenida de Nueva york. Sin nombre. Sin sentido. Sin humanidad. Todo en nombre de la apariencia, de figurar. De quedar bien sin compromisos, total.... ¿Quién sabe cómo me llamo? ¿Qué es de mi vida? ¿Estará loca esa doña que grita? ¡Qué importa! Importa aparentar, fingir, todos somos dioses, perfectos, felices, todos tenemos respuestas para los demás. Todos sabemos todo. Todos tenemos razón. Nadie se equivoca y el que se equivoca, merece el fuego del infierno... nos vi payasos. Manchas inútiles extraviadas en el cosmos. Entonces leí a Nietzsche y así me “habló Zarathustra”:


"¡Amigo mío, cobíjate en tu soledad! Te veo ensordecido por el estruendo de grandes hombres, y afligido por los aguijones de los pequeños.
¡No levantes el brazo contra ellos! Son innumerables y tu destino no es ser espantamoscas. Simulando una máxima inocencia, esas moscas quieren chuparte la sangre: sus almas exangües codician sangre.
Mas tú, profundo, sufres con profundidad e intensamente, aún cuando tus heridas no sean sino rasguños; y antes de haberte curado, ya se arrastraba por tu mano la misma larva venenosa.
Se presentan también, no pocas veces, entre grandes amabilidades. Tal ha sido siempre la astucia de los cobardes. Aun cuando eres suave con ellos, se sienten menospreciados por ti; y te pagan tus bondades con fechorías encubiertas. Tu silencioso orgullo les irrita, y se alegran cuando eres alguna vez lo bastante modesto como para mostrarte vanidoso.
Amigo mío, huye a tu soledad, allí donde sopla un viento áspero y recio. Tu destino no es el de espantamoscas."

A.F.

jueves, 7 de julio de 2011

Es tarde

Es tarde mujer. Tarde para todo. Somos esclavos de la máquina del morir. Te miro a los ojos y lo entiendo todo. Se hizo tarde para emprender el viaje. Para amarnos. Para decirnos adiós. Somos truncas sombras bajo las grandes luces. Una especie de desgarradura cósmica. Sin remedio.

Tus labios hablan con nostalgia inexplicable. Lo hemos perdido. Aún antes de tenerlo o de vivirlo. Te mezclas en la multitud. Te vuelves virtual como el pasado. Ilusoria en mi memoria que se desmigaja.

Ya no fluimos del mismo manantial. Ni somos piedra sobre piedra. Ya no sé cantarle a tus torres de viento. No reconozco los pájaros de tu pecho. Y tú no le hablas a los helechos colgantes del patio. No te entiendes con la guacamaya azul. Ni yo me levanto con el gallo. Te respiro, es verdad, pero de lejos. Como olas ausentes.

Es tarde amor. La memoria camina alocada por los corredores. Salta en las sombras. Ahonda en lugares que fueron sólo nuestros. Esta casa ya no es nuestra casa. Es un dibujo oscuro. Pronto no quedará ni el ruido de los pasos secos de los dos. El amor sigue su camino una vez más. No asienta los pies. Se desvanece. Escucha el silencio de los relojes, amor. Todo ha terminado. ¿Fuimos ayer o nunca fuimos?

Es tarde amor. Nuestra herida se derrama cargada de estambres y pistillos. Se va con olor a semen y restos de besos. Huele a umbría.

Gruñe el olvido. Se relame. Se estira. Arma garras. Se arrastra. Es el fin. Sucio. Silbante. Infértil. Un ave oscura y deslumbrada nos sobrevuela. Se mira en la cara de un cielo rugiente que se derrumba.

Es tarde amor. Me agobian otras urgencias. Insistencias de cuerpo. Blanduras. Turgencias. Movimiento de muslos. De cintura. De vientre. De un vientre estremecido e insomne de luna. Se excitan los penachos de la aurora. Estoy vivo de nuevo.

A.F.