Palabras que permitan construir una escalera de leños agrietados para subir al cielo y ¡eh Dios! ¿Estás allí? Palabras pregoneras que señalen con el dedo a todos los alados, Ícaros, Mariposas, Águilas, Ángeles, ellos que no tendrán nunca que inclinar la cabeza ¿cuánto por enseñarnos?
Decir reverdecer, resurrección, alegría, espacio, vuelo, libertad. Alargar las piernas sobre el abismo para rozar el amor sin mirar abajo, evadiendo las trampas del suelo… Darse la vuelta desde la muerte hacia el amanecer surgente. Respirar, soñar, vivir… atenazado el poema.
Enterrar las palabras inservibles, sombra, olvido, muerte, en el tragaluz de la noche. Olvidar el significado del tiempo. Dejarse fluir. Correr detrás de los caballos, las mujeres y los niños. Salvarlos. Construirles un espejismo con ventanas y faroles en un trozo de noche.
Mis manos van entendiendo que las palabras son el cimiento de todas las cosas. Sus combinaciones la vida. Su desmoronamiento la muerte. Ellas tienen sus normas propias y su música y su ritmo. Sólo hay que dejarlas salir, acunarlas como a niñas y cantarles. Y ellas te devuelven la vida sin pedir nada a cambio.
Hay que parir palabras como tierra, semilla, raíz. Como lluvia, sol y rocío para restañar los dolores y las ausencias. Dejar que corran hacia ti con su faz luminosa y te ciñan mientras cierras los ojos y te dejas llevar por esa estampida de palabras vivas, palpitantes, buenas…
Coloca junto a tu almohada, la palabra infinito, la palabra metáfora, la palabra insaciable, la palabra susurro. Deja que se metan en tus sueños como águilas o gaviotas. Que vuelen hacia el mar con alas fulgurantes, es la vida que pasa. Es la vida que viene.
Despliega la palabra ladrillo y construye primaveras y amaneceres. Construye risas y caricias, que resistan el fuego, la noche, las tormentas. Haz más ladrillos para la calidez y el hogar. Construye y construye más ladrillos hasta que tus manos sean arcilla. Hasta que te consuma el último rayo de sol. Y aún después, construye…
A.F.