viernes, 30 de septiembre de 2011

Palabras para la vida

En esta tarde apaleada por cielos encapotados es buen momento para quedarse en silencio y dejar que los dedos escriban palabras a su arbitrio. Sin la impostura de la razón o de la memoria, sin el discurrir del pensamiento. Sin los artificios del intelecto, tan volátil y fugaz. Tan artero en sus estructuras aprendidas, por el desandar de caminos oscuros o torcidos o reales, pero siempre insondables…

Palabras que permitan construir una escalera de leños agrietados para subir al cielo y ¡eh Dios! ¿Estás allí? Palabras pregoneras que señalen con el dedo a todos los alados, Ícaros, Mariposas, Águilas, Ángeles, ellos que no tendrán nunca que inclinar la cabeza ¿cuánto por enseñarnos?

Decir reverdecer, resurrección, alegría, espacio, vuelo, libertad. Alargar las piernas sobre el abismo para rozar el amor sin mirar abajo, evadiendo las trampas del suelo… Darse la vuelta desde la muerte hacia el amanecer surgente. Respirar, soñar, vivir… atenazado el poema.

Enterrar las palabras inservibles, sombra, olvido, muerte, en el tragaluz de la noche. Olvidar el significado del tiempo. Dejarse fluir. Correr detrás de los caballos, las mujeres y los niños. Salvarlos. Construirles un espejismo con ventanas y faroles en un trozo de noche.

Mis manos van entendiendo que las palabras son el cimiento de todas las cosas. Sus combinaciones la vida. Su desmoronamiento la muerte. Ellas tienen sus normas propias y su música y su ritmo. Sólo hay que dejarlas salir, acunarlas como a niñas y cantarles. Y ellas te devuelven la vida sin pedir nada a cambio.

Hay que parir palabras como tierra, semilla, raíz. Como lluvia, sol y rocío para restañar los dolores y las ausencias. Dejar que corran hacia ti con su faz luminosa y te ciñan mientras cierras los ojos y te dejas llevar por esa estampida de palabras vivas, palpitantes, buenas…

Coloca junto a tu almohada, la palabra infinito, la palabra metáfora, la palabra insaciable, la palabra susurro. Deja que se metan en tus sueños como águilas o gaviotas. Que vuelen hacia el mar con alas fulgurantes, es la vida que pasa. Es la vida que viene.

Despliega la palabra ladrillo y construye primaveras y amaneceres. Construye risas y caricias, que resistan el fuego, la noche, las tormentas. Haz más ladrillos para la calidez y el hogar. Construye y construye más ladrillos hasta que tus manos sean arcilla. Hasta que te consuma el último rayo de sol. Y aún después, construye…

A.F.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Pirata

Sueño o más que sueño imagino un gran barco pirata en altamar.

Un barco extraño de una sola vela y sin timón.

Sobre ese barco que viene de los tiempos y no busca rutas voy de capitán y marinero. Íngrimo entre olas y amaneceres aferrado a una brújula dañada sobre el sur.

No hay otro hombre a bordo de mi barco cargado de viejos romances y de historias de abordajes.

Todo lo dejé atrás. Todo. Para habitar aquí en una marea de horizontes y enfrentar monstruos o demonios que no hablan ni hieren, pero me acosan desde sus miradas extraviadas más allá de la sin razón.

A veces toman forma de tigres o leones con grilletes al cuello. Reman como esclavos contra un mar que devora los remos, y trata de abarcarnos entre sus saladas mandíbulas de Dios embrutecido.

Otras, son aves agoreras negras como la noche que trazan su danza de la muerte sobre este capitán que ya no manda.

Yo los reto a atacar porque mi desprecio reina sobre el mar y la vida.

Pero escapan al escuchar mi aullido en el viento contra los mástiles y ver mis brazos en cruz contra la brisa como una vela humana.

Y transido así, sobre la proa intacta, dibujo abstractos mapas para un retorno dulce hacia el puerto de los imposibles.

Este barco extraviado a la deriva es mi tierra, mi patria y mi bandera.

Tiene sobre cubierta las huellas de amores pasados y en sus cañones oxidados hay acordes de guitarras, brindis con vino a cielo abierto y camaradas de torso desnudo, que sólo hablan de muerte y no de vida.

Este es el sueño en el que quise entrar rompiendo mi voluntad. Aquí navegan todos mis amores perdidos.

Y nunca despierto de este sueño y nunca duermo.

Pero por grande que sea esta desesperación ninguna ausencia es más honda que la tuya. Tú, mi puerto, mi brújula, mi luz y mi agonía.

A.F.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Palabras desencadenadas

El difunto de hoy será olvidado mañana y del amor que arde hoy en llamaradas sólo quedarán cenizas mañana. El tiempo vive de hurtos. Es un tesoro breve y sería un desperdicio no invertirlo íntegro en amar.

No llamen a mi puerta, entonces. No interrumpan mis silencios, que tengo levantado el canto hacia adentro. Tengo cerrados para el mundo de hoy cuerpo y espíritu. Pero lleno mi casa para ella, de estrellas, de flores y de pájaros, antes de partir sin sueños de eternidad.

Quiero vivir este día por sus cuatro costados. Vivir hoy antes de arrancar la hoja del almanaque. No importa que el día lleve el nombre de un santo. Es mi día y todo comienza hoy. Incluso el inicio de los siglos de los siglos. Hoy no voy a mirar atrás hacia lo que no existe. Ni hacia mañana que es sólo una promesa en la niebla.

Importa comer hoy, beber una copa de vino. Tomarse de la mano. Regalar unas flores. Amar hoy y decir la palabra que había silenciado. Después, tratar de llegar a mañana. Y si mañana llegase la muerte, no importa porque habría vivido con el sol pleno de hoy.

Disfruto hoy hasta las piedras. Cabalgo sobre potros de fuego contra el viento que intenta sofocarlos. Renazco en plenitud con la mañana luminosa. Tengo la secreta palpitación de la belleza de este instante. Las olas nacen y mueren en el mismo minuto. Y no me hablen de esperanza. Sólo es una palabra ramera como tantas. A su lado siempre hay una guadaña afilada.

Algún día o mañana, mi rostro, como las fuentes, huirá bajo la tierra o caminará sobre la noche como el humo de los altares. Mañana olvidaré mi hora, mi misterio. Me vencerá la muerte, pero hoy, estas manos pueden herir algunos versos y esta piel puede mezclarse con la de ella, sin promesas de futuro.

Y cuando no sea nada, siempre tendré el secreto del vértigo: una centella en la tormenta, rayando el instante o un eco sordo que se pierde en la nada. Es útil saber que vivir es sólo curvarse hacia la muerte.

Y tú, si sabes escuchar el silencio, quédate conmigo mujer desnuda, y espera que llegue la oscuridad a mis ojos. Y no intentes descifrarlos. Sería en vano. Mientras, déjate llevar por mi fuego y mi derroche nítido de estas horas que preceden al nuevo día; y ayúdame a escribir un poema claro, sombrío, sabio, ingenuo. Y no me llames extravagante.

A.F.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Desterrado

Desterrado
Te ladran los perros.
Te evaden los transeúntes para no caminar sobre tu herida.
Ni la cruz que llevas en tu espalda te pertenece.
Inhalas inquieto el horizonte del miedo.
Conoces palabras que aún no han sido pronunciadas.
Y hablas de historias que no han sucedido. Y no eres un mesías.
Te desvaneces sin lugar ni tiempo.
Piensas que todo murió y quieres ver la muerte de la muerte.
Pero es tu cadáver íngrimo el que ya existe en el futuro.
Has extraviado tu rostro. La puerta de tu casa. Tu tierra natal.
Eres un extranjero. Un emigrante en la vastedad de miedos y gritos de otros mundos. Una ignominia.
Un día recogiste pedazo a pedazo tu niñez y te la echaste a la espalda.
Apagaste tu lenguaje en lágrimas y saliste al camino retorcido de relinchos.
Aterido buscaste un sueño para vestir tus flaquezas.
Pero sobre ti sólo se derramó el aliento marmóreo de la noche.
Caminaste con un ojo dormido y el otro brillante dejando atrás un quejido largo.
Has designado a Dios como tu enemigo y aún esperas Su furia y Su último Juicio.
¿Quién te absolverá de tu tragedia?
Repartes desesperación por todas partes y corres tras la premonición y el amargo efluvio del final en tierra ignara.
Hay un precio para las guerras y otro para las derrotas. Tú ya lo pagaste.
Has llegado al límite. Esta es la noche de tus confesiones.
No hay espacio para tu regreso. Todos los caminos son engañosos y tú siempre fuiste una equivocación.
Todos rezan contra ti. Cada voz reza contra ti.
El viento ulula un rezo contra ti.
Todas las horas de los días rezan contra ti.
Los niños rezan contra ti. La cópula de los animales reza contra ti.
Las flores y los pájaros y las putas rezan contra ti. ¿Quién podrá salvarte?

A.F.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Un final

Abrió la puerta, la miró y se dobló sobre ella hasta besarla en su inquietante quietud.
(La mujer lo miraba inexpresiva)
Había una neblina humedecida que imitaba la vida vagamente. Se apretó el nudo de la corbata, el corazón, sorbió un café amargo y turbio, explicó sus proyectos para hoy, sus sueños para ayer y sus deseos para nunca jamás.
(Ella lo contemplaba impávida)
Volvió a hablar. Recordó la lucha de tantos días y el amor pasado. La vida es misteriosa e inesperada, dijo.
(Más frágiles que nunca las palabras)
Finalmente calló con el silencio de ella, se acercó hasta su boca y lloró simplemente sobre aquellos labios ya eternamente sin respuesta.
A.F.

viernes, 9 de septiembre de 2011

Mundo mediocre

Refresco mi mente con algunos de los postulados de Nietzsche, siempre irreverente y a contracorriente. Y lo hago porque siento que los tiempos que corren son demasiado farragosos, demasiado cargados de “paja” intelectual, de ideas caducas y de mediocridad general. Ya decía Borges a mediados del siglo pasado, en relación a lo mucho que se habla y se escribe sin decir nada, que rechazaba a esos grandes libracos de 500 u 800 páginas que le exigían una gran dedicación de tiempo a los lectores, para enterarse de algo que en lenguaje oral podría contarse ágilmente en pocos minutos. “Un libro no debe requerir esfuerzo, la felicidad no debe requerir esfuerzo”, dijo el argentino en una conferencia refiriéndose a Montaigne, quien, por su parte, sostenía “No hago nada sin alegría”. Pues debemos felicitar a Montaigne porque, qué difícil es hoy hacerlo todo con alegría cuando tenemos la conciencia de que este mundo está lleno de injusticias, escasa ética y muchas contradicciones.

Pero es en este punto donde quiero introducir a Nietzsche. El filósofo de Zaratustra, afirmaba que los valores ascéticos deben volver a dar paso a los valores vitales. Y apunta su crítica hacia nuestra cultura occidental marcada por el platonismo y el cristianismo, que subordina al hombre y le impide construirse su destino a partir de sus propios valores y no de valores metafísicos, que le son impuestos a pesar de que poco o nada tienen que ver con la realidad humana. Nietzsche sentencia que el hombre debe ser el centro, no en términos egoístas, sino de una auténtica y completa realización.

Su visión del mundo estriba no sólo en el definitivo rompimiento con el pasado, sino en la fuerte necesidad de transformar al hombre. Para Nietzsche el Sistema Social se ha llevado al extremo y en su lucha por sobrevivir ha absorbido al hombre. O peor aún, el hombre se ha entregado al Sistema. Quizás por eso, cada día que pasa, sólo se observa más resentimiento, más subordinación, más culpa, más carencia de pasión frente al reto de construir un mundo mejor. El sistema, la cultura social en que nos ha tocado crecer nos determina, nos define y finalmente nos atrapa para engrosar sus filas de personas chatas y mecánicas. De individuos sin búsqueda y perfil propios.

Y en paralelo a esto y reafirmando los oscuros momentos que vive la humanidad, tal parece que los individuos nobles son cada vez menos en relación con los espíritus mediocres, corrompidos y débiles. Y estos últimos, como son mayoría, ocupan el poder y dirigen el destino de nuestras sociedades. ¿Hacia dónde? Ustedes dirán…

A.F.