miércoles, 29 de febrero de 2012

La casa de él

Alguien llama insistente, entra con natural seguridad y se aposenta en lo que llamaríamos su rincón favorito. Desanda desde allí los largos corredores, las habitaciones olorosas a incienso y estoraque, la pequeña cocina, los patios y solares de malabar y luna. No hace preguntas ni las espera, la colocación de cada objeto y su relación con los demás es suficiente pista para él. Si se decidiera detective no haría sino narrar el camino de los caminos con sus huellas espectrales. Es tan simple como hablar con el pensamiento. Y es que le molesta el choque de las palabras en los días; esa ancianidad hueca que apenas recuerda las primeras lluvias armoniosas. Elude cualquier intención y la familia lo recibe como si nunca hubiese salido de allí. Sólo de las cosas pareciera brotar cierta alegría. Alegría que se quema en las ventanas de esa casa de la memoria.

A. F.

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