viernes, 15 de abril de 2011

Callejera

Mujer de la calle. Mujer dos veces. Mujer de lunas y faroles rojos. Mercader de ti misma.

Llevas en tu cuerpo mi cuerpo desplegado. Reluces de lluvia arrasada por sombras. Desandas el dolor de la carne vendida. Tu carne.

Estás hecha de tinieblas, de frondas, de légamos. Estás hecha de limo de la tierra. Llevas en ti las noches de la garra y la dentellada. Noches rapaces que devoran tu ternura con billetes baratos. Noches urgentes de agobiantes entregas.

Acechanzas y sombras hunden tus blanduras. Tus carnales turgencias. Tu vientre estremecido. Invadido de extraños. Mujer, herida roja en la noche inclemente.

Imagino la profundidad de tus ojeras. Tu mata de cabellos negros. El trópico de tu cuerpo. Mujer, rompiendo contra mis litorales. Mujer, montaña que remonto para tocar algún sol extraviado en los terrenos de los dioses. Mujer, olores milenarios de madre. Pluma al viento hendida en el costado de muertes pequeñas. Mujer rota. Mujer de la calle.

Mujer, anillos, relámpagos, cristales, humus, semillas, plumajes, cantos, vuelos, agua fértil. ¿Cuántos cuerpos masculinos acumulas en tus carnes tristes? ¿Cuántos órganos machos están soterrados en los íntimos tuyos? Mujer de la tormenta y de las aguas madres. Mujer, ríos nobles crecidos te corren de la cabellera a los pies. Mujer de la penumbra pálida.

Te miro sola en el centro de la lluvia. En el centro de la tierra. Quisieras volar hacia la fuga de días más claros. Mujer, cuerpo exacto. Objeto del deseo oscuro. Te canto desde los espejos del tiempo.

Y desde los rumorosos astros intento rescatarte. Fundirte en mí para un único vuelo.

Tu destino es la calle rugiente con la melena en llamas. Si pudieras escapar de agosto y saltar hasta diciembre para entregarme el gusto de tus labios. Si pudieras traerme tu olor a enredaderas y a flores silvestres confundido con perfumes baratos. Yo pondría tus ojos y tu risa en un balcón soleado por los besos. Nuestros cuerpos cruzarían enero tomados de la mano. Pasándonos la sangre de boca en boca. De piel en piel. Zozobraríamos en la lluvia de febrero confundidos en una misma promesa de memorias, andares y adioses.

Quiero caer en tu vaivén de ola. Mecerme en tus corrientes. Vivirte y salvarte de todo lo que existe. Se me derriten palabras en las manos para colmarte, mujer de la calle. Mujer de todos. Mujer única

No hay cama que reciba nuestros cuerpos maltrechos.

No hay hogar que alumbre a los dos hechos uno.

No hay una casa para construir las breves cosas de la carne.

Y ningún sueño nos lleva hacia la misma aurora. Mujer que ya no eres.

A.F.

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