miércoles, 24 de agosto de 2011

Llegó el final

Echa una última mirada mujer a esas paredes donde colgamos los retratos y los cuadros de ayer. Dale una última mirada a las tazas del café, a las copas de vino que se salvaron de naufragar en el lavaplatos. Mira por última vez desde el resquicio del balcón, el pedazo de montaña verde que solíamos conquistar con ínfulas de campeones cada fin de semana.

Palpa el lecho común que sostuvo nuestros cuerpos, nuestras danzas rituales de amor, tus tristezas bajo la almohada, mi frecuente indiferencia mirando al techo. Recorre el torso de aquella estatuilla danzante de metal que compramos a aquel viejo y hermoso artesano de la Gran Sabana.

Revisa tus libros y escoge los que quieras para el camino. Deja los míos así, desordenados en anarquía como mi alma. O llévatelos todos menos los de Borges, Goethe, Emerson, Vallejo y Rimbaud. Ah, déjame por favor El Lobo Estepario, porque ese personaje de Hesse, parece haberlo calcado de mi propia vida. Qué bien me retrata. Qué bien sondea en las complejidades de mi subconsciente. Qué precisión para describir mis errancias por calles e ideas oscuras. Por amores tortuosos. Por vicios y pecados de la noche. Qué locuaz con mis temores y contradicciones. En fin, déjame ese libro porque cada vez que lo tomo, toda mi parte animal se refleja en sus páginas magistralmente y sólo leyéndolo sé quién soy.

Llévate la música y las canciones que cantamos juntos. Hoy sólo quiero escuchar el Segundo Movimiento del Concierto de Aranjuez y quizás el Adagio de Albinone. No es la primera vez que me ocurre. Cada vez que se me rompe el amor me refugio en esos dos discos, que aunque me conmueven hasta el paroxismo no logran humedecer mis ojos, duro como me he vuelto mujer. O dura como es esta máscara que llevo puesta por necesidad.

No te despidas ni me des un último beso, de esos que rompen venas y entrañas. Vete sigilosa. Vete dulce, envuelta en tu ternura de otros tiempos. Envuelta en ella, serás invencible frente a las puertas franqueadas del nuevo desierto al que entrarás.

Busca en ti misma las voces y las palabras de amor que yo ya no te doy. Toma al Universo por el cuello y estremécelo antes de que tus pies den los primeros pasos lagrimeando lluvia sobre el cemento. Que no te asusten los oblicuos fantasmas que se proyectan en los muros. Sé que en estos momentos finales, toda la oscuridad del mundo ocupa los espacios de tu mente. Pero mañana, con la fogosidad del nuevo día, se abrirán caminos efervescentes y verdes, pletóricos de retos y seguramente de nuevos amores que te curen las viejas heridas que ahora te causo.

Yo no soy apto para amar largamente. Amo así de repente, y de repente me vacío de amor por completo. Debo tener un defecto de fabricación. Voy por la vida destruyendo ilusiones, liberando a mis prisioneras con displicencia. Arrastro mis cadenas a ratos solo y a ratos acompañado. Si pudiese verlo, sé que voy dejando tras de mí un rastro brillante y resbaloso como el de un caracol venido de otros mundos. No sé amarte como tú necesitas, pero nunca te mentí. Cada palabra y cada beso fueron reales como real es hoy esta despedida vacía, yerma. Triste. Cruda.

A.F.

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