miércoles, 25 de mayo de 2011

Ávila

Subí por el sendero de siempre
sin hollar la hierba menuda
en ese anochecer grisáceo de verano y chicharras

Soñador, sentí el frescor en las mejillas
y dejé que la brisa bañara mi cabeza desnuda
y mi pecho se abriera sobre las rodillas de la noche

No hablé, no pensé en nada
pero el amor infinito se me subió
al lugar donde debería estar el alma
y se quedíó allí amando cada sonido,
cada hoja, cada canto nocturnal

Ya arriba la ciudad se dibujó en mis ojos
como un sueño luminoso
y yo estaba feliz como un niño

Y la magia del momento y del entorno
me condujo hacia un fogón de ternura y vida

Un lugar donde se vierte amor ardiente
sobre la tierra gozosa, donde los pies bailan
ligeros sobre el tamboreo de ese corazón de montaña
que presumo rebosante de savia y embriones

Es allí donde los dioses cuecen el barro del mañana
y los árboles se callan para mecer el pájaro que canta
y para que el universo se renueve a cada instante
y nos tome en sus brazos amorosos para saber que existimos

¡Qué inmortal me siento desde allí!
¡Qué ganas de cantar como un ruiseñor de los bosques!
¡Qué ganas de vivir para siempre en este Olimpo!

A.F.

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