martes, 17 de mayo de 2011

Cita con la muerte

“No basta con pensar en la muerte,
sino que se debe tenerla siempre delante.
Entonces la vida se hace más solemne,
más importante, más fecunda y alegre”
Stefan Zweig

Eludimos pensar en la muerte. Es un temita que preferimos mantener al margen porque se trata de una realidad radical. Inevitable. La muerte es tan cierta como el nacimiento. Tiene el mismo valor algebraico pero con signo negativo. Yo no la evado. Con frecuencia dejo que mi pensamiento trace la película del final. Como decía Catón “es menos doloroso el golpe esperado”.

He imaginado incluso escenas cinematográficas en las cuales el protagonista soy yo en el trance de ese último instante. ¿Cómo sería más cómodo marcharse, para uno y para familiares y amigos? ¿Es preferible desconocer la fecha y forma del desenlace? ¿Sería conveniente poder elegir cómo decir “adiós mundo cruel”?

Una grata forma de marcharse sería que el corazón se destrozara en el paroxismo de una escena de pasión. En el punto más alto del éxtasis cruzar el puente al más allá. Para mí, que me gusta el vértigo y la velocidad, también sería bienvenida una muerte a 200 kmts/hora sobre una moto, preferiblemente una BMW, ustedes saben por aquello del status. Estallar en un avión en el aire también es una muerte muy elegante, rápida e indolora. Y mejor si no se encuentran los restos, ¿Para qué?

También me resulta muy atractiva una muerte similar a la de los personajes de Shakespeare: Antonio y Cleopatra. Claro, en vez de Cleopatra, yo convocaría a Julia Roberts como compañera de viaje. Pero me resulta fascinante el drama del hombre de acción, cuya voluntad languidece y se debilita en las espirales de una lujuria quizás indigna pero irresistible. Me atrae esa atmósfera de lujo barroco, y la alegría de colores iridiscentes y de imágenes exuberantes, que logra infundirle a esa escena mi amigo William Shakespeare. Recordemos ese final: Antonio se deja caer sobre la espada y resulta herido. En seguida es llevado al mausoleo donde se ha refugiado Cleopatra y expira en sus brazos (yo en los de Julia). Cleopatra decide truncar su vida junto a su amante con la mordedura de un áspid. Esta imagen tiene poesía, tragedia y crueldad. Así que cualquier muerte surgida de allí es trascendente. Y será recordada, a lo mejor, como se recuerdan las 7 palabras de Cristo en la Cruz.

Pero más allá de la ironía y el sarcasmo, la muerte tiene formas fáciles y otras que lo son menos, y puede tomar diversas cualidades según la imaginación de cada uno. Montaigne, afirmaba hace casi 500 años, que le parecían más suaves y blandas las muertes naturales que vienen del debilitamiento y la pesadez y veía con más desazón caer a un precipicio que ser aplastado por un derrumbe. Prefería un golpe seco de espada que un disparo de arcabuz. Y si tuviera que tomar esa decisión fatal se habría bebido el brebaje de Sócrates. Pero también se pregunta si no sería recomendable seguir el ejemplo de Petronio o Tigelino de Roma, quienes la adormecieron en “la molicie de sus aprestos. Simplemente la hicieron correr y deslizarse en medio de la indolencia de sus pasatiempos acostumbrados entre las muchachas y los buenos compañeros”, es decir, una orgía hasta morir.

Yo soy más casto, escojo irme con Julia Roberts sujeta de mi brazo, pasarle de refilón al infierno, refrescarnos en el purgatorio y luego yacer eternamente con Julia.

A.F.

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